Entrevista Radio Sant Pere i Sant Pau de Tarragona (Castellano)

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Entrevista radiofónica (en català)

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SISTEMA LALANDE

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Imagen del Sistema de la Estrella Lalande 21185, alrededor de la cual orbita el planeta Fjigor (Crotalinae para nosotros)


Imagen de la superficie de Fjigor


Coordenadas de Lalande.

LA HISTORIA DE UN MUNDO

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PARA LOS QUE HAYÁIS LEÍDO LA NOVELA, SABRÉIS QUE DAEL LES CUENTA A SUS AMIGOS UN PEQUEÑO RESUMEN SOBRE EL ORIGEN DE SU PUEBLO.
AQUÍ SE CONTARÁ TODA LA HISTORIA DE FORMA DETALLADA. 



Lo que se cuenta a continuación, ha sido transmitido de forma verbal de padres a hijos, de una generación a otra, recuerdos que tal vez – ya que la memoria a veces engaña – han sido distorsionados o magnificados. Durante milenios no hubo otra forma de transmitir esos conocimientos, no estaba permitido – por las razones que más adelante se detallarán – que la historia de toda una ciudad se escribiera y se archivara para mantener vivo su recuerdo, lo que fue, los que allí vivieron, amaron o sufrieron. Pero la tenacidad de todo un pueblo, una raza, hizo posible que haya llegado hasta nuestros días lo más fiel a la realidad que ha sido posible.

Llegó una época en que sí se pudo escribir, aunque de forma clandestina, parte de la historia… pero el principio de todo, la forma en que todo sucedió y que cambió la vida de toda una ciudad, eso sólo se cuenta con las mismas palabras que pronunció el primer sabio que noche tras noche relataba su desgracia a sus hijos, para que estos algún día, pudieran hacer lo mismo con los suyos, y luego los nietos… y así sucesivamente.

Esta es la verdadera historia de Arenia y sus habitantes.






1 - EERUM

La Tierra hace 15.000 años, antes del deshielo, antes de que los océanos cubrieran gran parte de las costas del planeta Tierra, existía una ciudad llamada Eerum. Estaba a orillas de lo que por aquél entonces se llamaba “el Mar de Irum”. Si hoy en día tuviéramos que situar dicha ciudad, estaría entre lo que conocemos como Malta y Sicilia.

Era una ciudad imponente, de más de 200.000 habitantes que se dedicaban a la pesca, a la agricultura, la ganadería y a la ciencia.
Eerum tenía grandes avenidas, calles anchas por las que el sol se derramaba hasta llegar al interior de las confortables y acogedoras viviendas. Numerosos torrentes de agua dulce y cristalina brotaban en innumerables fuentes que servían a los habitantes para repostar y calmar la sed a la vez que, canalizada, llegaba también hasta los hogares de los ciudadanos.
Vistosos ornamentos adornaban las calles, ornamentos brillantes de vivos colores, que dotaban la ciudad de una gran alegría.

Sus gentes vivían en paz, jamás se dedicaron a tareas belicosas, y por no tener, no tenían ni ejército, ni falta que les hacía. La contemplación, la filosofía, el pensamiento libre… eso sí ocupaba la mente de los habitantes de Eerum, pero el deseo de hacer mal a algún congénere, eso nunca.

La ciudad estaba gobernada por una familia escogida por los habitantes. Cada componente de La Familia se ocupaba de una parte de la sociedad sin que ninguno de sus miembros se inmiscuyese en los asuntos de los demás, aunque, eso sí, en las reuniones familiares, se debatía, se opinaba e incluso se daban consejos unos a otros.
De esa manera, por ejemplo, el padre podía ocuparse de los temas legislativos, la madre de los económicos, un hijo, de los educativos, otro de los sociales… y así sucesivamente dependiendo de los miembros de La Familia. La voz dominante, la que siempre tenía la última palabra, era la de la madre… se podría decir que la sociedad Eerena, era esencialmente un matriarcado.
Se la denominaba “Familia de Eerum”, y si el pueblo la había escogido, era porque tenían suficientes razones para confiar en su honradez, honestidad y, sobretodo, bondad. En caso de que también existiera la figura del abuelo o abuela, estos eran meros consejeros, se les escuchaba siempre, otorgándoles gran respeto por su experiencia, y sus sugerencias eran muy tenidas en cuenta.
La Familia de Eerum Habitaba en una gran casa que dominaba toda la vista de la ciudad, y que servía también como centro de reunión de los distintos gremios para debatir sus necesidades con los gobernantes.

No había delitos en Eerum, a nadie se le podía pasar por la cabeza robar a otro conciudadano, y mucho menos asesinar, no entraban tales cosas en su manera de ser.

Otro colectivo que era continuamente consultado por “La Familia”, eran los científicos, siempre en pos de creaciones que pudieran hacer más fácil la vida y el trabajo de los habitantes de la ciudad. Una de sus grandes contribuciones había sido la construcción de unos raíles que rodeaban la ciudad y que permitían transportar en unos vagones impulsados por vapor de agua las mercancías tanto terrestres como marítimas, sin para ello tener que forzar a animales de carga como habían hecho antiguamente.

Tan avanzada estaba esa sociedad, que incluso llegaron a idear artefactos voladores… pero por desgracia, no pudieron llegar a construirlos.

Los Eerenos tenían sus creencias. Adoraban la tierra que pisaban y que les proporcionaba las cosechas, el sol que les calentaba y el mar que les proveía de alimento. Tierra, aire, sol y mar, eran elementos sagrados, pero no tenían dioses ni templos donde adorarlos, nunca habían esculpido otras estatuas que no fueran dedicadas a las mujeres, ya que las idolatraban por su capacidad de engendrar, de procrear y perpetuar la especie.

Conocían la escritura, la numeración. Tenían su propio sistema métrico… y tenían su forma de transmitir noticias a través de los “Ooras”, que recorrían la ciudad informando de lo que acontecía, ya fuera una especial venta de pescado, el nacimiento de un nuevo niño, o la creación de un nuevo invento.
Tenían sus fiestas, que celebraban en ciclos lunares. Sus instrumentos musicales, flautas, timbales, arpas… y sus melodías, hipnóticas, bellas, pausadas unas, alegres y movidas otras, para invitar a la danza y al cortejo.

Las ceremonias nupciales las realizaba la madre de “La Familia”, ella era la única con potestad para unir a los esponsales.

Una parte de los científicos estaba dedicada a la ciencia médica. Creaban las medicinas, alumbraban a los niños, curaban a los enfermos de múltiples formas (masajes, entablillados…) e incluso practicaban la cirugía en algunos casos.
Otra parte se dedicaba a la búsqueda constante de mejoras en el funcionamiento de la vida cotidiana. Eran “Los inventores”.

Algo impresionante, bello e imponente, era ver la ciudad en horas nocturnas. Se alumbraba con antorchas protegidas por una mampara de cristal y los colores, vistosos durante el día, cobraban otro tipo de luminosidad mágica a la luz de esas antorchas.
Hay que decir que la limpieza y pulcritud era una parte fundamental entre los Eeranos, tanto de las casas, en su interior y exterior, como de las calles… y ya no hablemos de la higiene personal. Tenían su sistema de tuberías, para canalizar el agua, y su sistema de alcantarillado que iba a parar al mar muchas millas alejado de la costa. Había sido una magna obra de ingeniería crearlo – Los Inventores se habían esmerado en esa tarea - y construirlo. Los Eeranos se sentían muy orgullosos de ello.

Era un pueblo feliz, un pequeño paraíso en el que cualquiera querría vivir… pero todo se terminó un día de una forma drástica y dramática.



2 - EL DÍA EN QUE TODA UNA CIUDAD SE DESPERTÓ DE UN SUEÑO, PARA ENTRAR EN UNA PESADILLA.

Fue en una madrugada de primavera. La ciudad se desperezaba y empezaba a movilizar todos sus engranajes. Había gente que iba a sus tareas, niños que se preparaban para ir a recibir la instrucción de Los Sabios, padres y madres celebrando la llegada del nuevo día… No se sabe quién fue, pero alguien advirtió que no se escuchaba ni un pájaro. Un silencio sepulcral se apoderó de la ciudad… los sonidos acostumbrados, cotidianos, estaban silenciados… alguien auguró una desgracia.

De repente el sol se oscureció, y un fuerte estruendo sacudió la ciudad. “La Familia” salió al mirador, y tal vez fueron los primeros en ver lo que se les venía encima… tal vez fueron los primeros en pensar que todo había acabado.

Lo que sucedió a continuación ha sido contado de diversas maneras… muchos lo vivieron de distinta forma, pero el drama fue el mismo para todos.

Unas grandes ruedas voladoras que despedían ráfagas de luz y un ruido ensordecedor. Unas figuras altas y delgadas, ataviadas con lo que parecían armaduras y bastones que lanzaban unos sonidos que provocaban que la gente cayera en el suelo retorciéndose de dolor. Eran cientos, tal vez miles – aquí es cuando el paso del tiempo puede haber alterado la realidad y caído en la exageración – de esas figuras tomaron la ciudad y fueron reduciendo a todos y cada uno de sus habitantes que, por grupos, iban siendo transportados a las ruedas voladoras. Todo sucedió en poco más de una hora, fue un frenesí incontestable, antes de que llegara la hora de reunirse para tomar los alimentos del mediodía, la ciudad estaba completamente vacía y silenciosa, una ciudad fantasma que nunca más volvería a ser habitada.



Algunos cuentan que pudieron ver desde las celdas en las que los amontonaron dentro de las “ruedas voladoras”, y que al parecer estaban hechas de un material transparente, como disparaban unas luces rojas, de gran intensidad, contra los polos del planeta – los de Eerum lo llamaron montañas blancas de un lugar desconocido en su mundo – fundiéndolos a gran velocidad, provocando que los mares se agitaran y crecieran, tal vez para que las grandes olas que eso causó, inundaran la ciudad que habían habitado y ocultar así las huellas de su paso por allí. Pero esto último fueron conclusiones a las que fueron llegando a base de deducir durante años lo que habían vivido y visto, contrastando las experiencias de varios de los habitantes secuestrados. El hecho es que parece ser que esos invasores, fueron los culpables del deshielo en La Tierra, y de la desaparición de islas, costas, especies animales… etc. Una catástrofe que siempre se ha considerado natural, y que fue causada de forma artificial e intencionada.





3 - EL VIAJE


Poca información hay sobre el viaje que hicieron desde La Tierra hasta el planeta de los esclavistas, y la que hay es muy vaga. El relato que se ha ido transmitiendo de padres a hijos generación tras generación a través de los milenios, es que los habitantes de Eerum fueron amontonados – se cuenta que fueron tratados como bestias a las que había que encerrar en el corral - en varias celdas sitas en las bodegas de carga de las naves circulares con las que habían atacado La Tierra. desde ellas pudieron contemplar atónitos e impotentes los desastres descritos anteriormente, con los puños apretados y las lágrimas cayendo en cascadas desde los ojos de miles de seres humanos a los que acababan de arrebatárselo todo, hasta de su dignidad fueron despojados.
Con estas naves fueron trasladados, a una indescriptible velocidad, hasta la nave nodriza que orbitaba alrededor de nuestro planeta y que era – según se ha ido contando – de proporciones inimaginables, monstruosas. Y es que en verdad debía serlo para poder albergar en ella a todos los habitantes de Eerum más los cientos de invasores que formaban tripulación y tropa… Lo que se sabe es que era de forma ovalada, como una gran pelota de rugby, aunque los habitantes de Eerum la compararon con un inmenso panal de abejas. Esta nave también estaba construida con ese material transparente, por lo que una vez allí, contemplaron al planeta que les había albergado durante incontables generaciones desde una perspectiva que jamás hubieron imaginado… ellos, que ni tan sólo sabían que La Tierra era redonda, aunque algunos sabios ya hubieran apuntado esa posibilidad observando a La Luna (O-Ris la llamaban ellos, que significaba algo así como “La que alumbra en la noche” ya que “Ris” era el término que usaban para denominar a los faroles que alumbraban las calles en horas de nocturnidad, y la “O”, puesta delante, significaba algo muy grande, por lo que O-Ris también podríamos traducirlo como “La gran lámpara nocturna” o algo parecido.
Hemos de imaginar el estupor de esa gente sencilla, primitiva en cierto modo… no entendían nada, se sentían inmersos en una caótica pesadilla de la que no podían despertar.

Los secuestrados fueron hacinados en una enorme sala, que por lo que se ha podido deducir de lo contado por los ancestros de los Arenianos, medía casi dos kms. de largo por otros dos de ancho. Allí pudieron ver por primera vez a sus captores sin sus trajes de batalla. Eran altos comparados con la estatura media de un terrícola. Tenían unos grandes ojos negros que dominaban por completo su faz, y eso que tenían una gran cabeza triangular que destacaba con la delgadez del resto del cuerpo. Su piel era grisácea y sus ropajes se les ajustaban al cuerpo como un guante. Entre ellos hablaban con sonidos cortos que parecían notas musicales escogidas al azar, como cuando alguien que no sabe tocar el piano se pone a tocar una a una todas las teclas escogiéndolas al azar, aunque – eso lo descubrieron más adelante - cuando se dirigían a uno de los suyos que pareciera tener un rango superior, ese lenguaje se suavizaba y adquiría unos matices más armoniosos y melódicos, por lo que, según dedujeron más adelante, cada melodía representaba a un estrato social, no pudiendo los de una “casta” utilizar la melodía/lenguaje de otra, ya que esto estaba muy penalizado entre esa civilización, siendo considerado algo parecido a un sacrilegio… pero de eso ya se hablará en otro momento…

Los secuestrados fueron obligados a tumbarse en el suelo. Las familias lo hicieron juntas y abrazadas, decididas a afrontar unidas lo que les deparara el incierto y funesto futuro que, de eso estaban seguros, les aguardaba.
En esa enorme sala hubo momentos en que tan sólo se podían escuchar llantos y lamentos, porque si alguna cosa estaban seguros los habitantes de Eerum, era que no iban a regresar nunca más a su destruido hogar. Ellos que jamás habían creído en Dioses, se encontraban ahora ante una especie que podían parecerlo, y algunos que creyeron encontrarse ante seres divinos, achacaron el ataque al hecho de no haberlos adorado nunca y por ello ahora eran castigados. Pero los que creían esto eran una minoría… el resto tan sólo pensaba que se encontraban ante algo que no comprendían, pero que no tenía nada de divino, sino que por su crueldad, era bien humano…

Pocos minutos después de que les hicieran permanecer tumbados, les entró a todos un repentino e inmenso sopor, quedándose dormidos en pocos segundos, aunque sería más apropiado decir que quedaron en animación suspendida. No serían despertados hasta que llegaron a su triste destino.
“Los sollozos se iban apagando, los llantos silenciando y se podía sentir la sombra de la muerte revoloteando golosa, frotándose las manos ante tantos cuerpos inertes.” diría alguien al relatar ese instante.

Y es por eso que la narración de esta parte es incompleta, nadie quedó despierto para dar testimonio del viaje… pero sí de la llegada al que sería su nuevo hogar, y el principio de un cautiverio que duraría miles de años…




4 – LA LLEGADA A FJIGOR


Esta es una de las partes de la historia que queda más borrosa, difuminada. Sólo un dato ha perdurado a través de los tiempos: cuando desembarcaron de las naves, con guardianes ordenándoles cómo tenían que andar y por dónde, se percataron de que comprendían el lenguaje de los fjigordianos. Eso les causó gran extrañeza a los que fueran habitantes de Eerum. ¿Cómo podían ahora entender aquella amalgama de sonidos armónicos con los que sus captores se comunicaban entre ellos? Hasta varios años más tarde no llegarían a entender conceptos como “implantes de memoria” o “implantes de dispositivos para almacenar conocimientos”. El caso es que también los fjigordianos les entendían a ellos.
La deducción a la que se llegó mucho más tarde, fue que, seguramente, durante su hibernación en la nave, les implantaron algún dispositivo en el cerebro, con la información necesaria para que éste asimilara el idioma de sus captores.

Como apunte, diré que esta tecnología fue adaptada por los arenianos cuando se liberaron, y lo hicieron sobretodo, para que al viajar de nuevo a su planeta madre “La Tierra”, pudieran almacenar allí todas las lenguas que se hablaran, aprenderlas, y así, poder circular por el planeta sin levantar sospechas y a la vez conocer todo lo que había sucedido durante el tiempo que su pueblo había estado ausente.

Otra cosa de la que se habla con total seguridad, es que cuando llegaron, ya había repartidos por todo el planeta, asentamientos adecuados a los recién llegados, cada uno para albergar aproximadamente a dos mil ciudadanos.
Este hecho les hizo pensar que los Fjigordianos, hacía tiempo que les estudiaban y les vigilaban, que no había sido un ataque al azar de unos guerreros viajando por el espacio en busca de esclavos para su mundo, sino que todo había sido meticulosamente planeado desde hacía tiempo.

No separaron a las familias, y equilibraron las poblaciones para que el número de mujeres fuera igual o similar al de hombres. Con ello se aseguraban la procreación y la continuidad de la comunidad esclava.

“El aire desprende un olor pestilente, no puede ser bueno para nosotros”. Esta frase se fue transmitiendo de padres a hijos, ya que al parecer, fue la primera frase que un antiguo habitante de Eerum pronunció al bajar de la nave que les había transportado.

Y es que realmente, el aire de Fjigor olía así a causa de la gran cantidad de azufre que desprendían los géiseres que tanto abundaban en el planeta.

Otra cosa fue la gravedad, mucho más densa que en La Tierra. Al principio les costó acostumbrarse, ya que cada persona pesaba allí un 30% más que en La Tierra, pero no tuvieron más remedio que hacerlo. Las generaciones futuras ya nacieron adaptadas al medio, pero para los recién llegados fue muy duro superar aquella pesadez que les causaba el hecho de haber una atracción mayor, sobretodo a los más ancianos.

Otro factor que molestó a los antes ciudadanos de Eerum, fue la luz del exterior. El sol de Fjigor era una estrella roja, eso proporcionaba al planeta una luminiscencia que para los recién llegados era insuficiente, acostumbrados a la luminosidad de su antiguo hogar, para ellos eso era como vivir en un perpetuo ocaso, y hasta preferían la oscuridad nocturna con su iluminación artificial tanto en las casas como en las calles, a tener que forzar continuamente la vista durante las horas de luz diurna. También serían las generaciones futuras quienes ya nacerían con una visión adaptada, y sus ojos absorberían mejor la luz para ver en aquellos días de color rojizo.

Les dieron un par de días para aclimatarse a su nuevo hogar, y luego cada asentamiento fue recibiendo la visita de unas patrullas de fjigordianos, que les informaron de cual era su situación, y lo que se esperaba de ellos en el futuro.
No les pusieron a trabajar de inmediato, sino que primero tuvieron que asistir a cursos de aprendizaje para poder ser útiles a sus amos. Este hecho sería determinante en un futuro lejano, cuando empezaron la rebelión, ya que por entonces dominaban la tecnología fjigordiana, más que los propios nativos, acostumbrados a hacer poco o nada y dejando casi todas las labores del planeta a los “terranos”.

Otra cosa que reforzó la teoría de que todo había sido planeado de antemano, fue que al segundo día, la familia presidencial fue llamada a presentarse delante del emperador de Fjigor (de quien ya hablaremos más adelante) y allí se le otorgó la responsabilidad de velar por sus congéneres, y a la vez estimularlos a la obediencia ciega como alternativa a ser exterminados. La familia presidencial tenía que viajar constantemente por todos los asentamientos para asegurarse de que todos cumplían las órdenes que recibían… también eran los encargados de castigar al que no lo hiciera, con el argumento o la excusa de que si no obedecían, los fjigordianos les exterminarían y buscarían a otro pueblo para esclavizar. Fueron tiempos muy duros también para La Familia, tal vez los que más sufrieron la humillación, vejación y frustración por no poder hacer nada por su pueblo y sentirse títeres de sus captores.

Como dato extra, diré que Fjigor era un planeta que orbitaba la estrella que en La Tierra conocemos como “Lalande 21185”, y que forma parte de la constelación de La Osa Mayor.




5 - LA VIDA EN FJIGOR


Por lo que se recuerda, la primera generación fue la que peor lo pasó. Mucho les costó adaptarse a la pesada vida y las duras tareas en aquel planeta extraño.
No hace falta decir que los trabajos encomendados a los esclavos, eran los peores, aquellos que los fjordanos no querían realizar. Los que fueron habitantes de Eerum se convirtieron en sirvientes, peones, mineros, cobayas para experimentos… un sinfín de tareas desagradables en su mayoría.
Una vez terminaban su jornada, se reunían e intentaban consolarse recordando sus orígenes (es gracias a eso que hoy en día podemos estar contando esos fragmentos de historia no escrita). Lo hacían mientras se alimentaban con el compuesto vitamínico que sus amos habían creado y que satisfacía todas sus necesidades, aunque el sabor – según cuentan – era infernal, áspero y amargo.

La segunda generación, ya nacida en Fjigor, nació más adaptada (no se sabe si alterada genéticamente por los Fjordanos para favorecer esa adaptación). La vista más aguda para ver mejor en la penumbra del planeta, y más fuertes para resistir mejor la gravedad.
Al no haber conocido otra vida que la de Fjigor, tampoco les parecía tan mala la comida, ni tan duras las tareas, ni el aire les parecía maloliente. Aunque, eso sí, escuchaban atentos a sus ancianos cuando les contaban sus orígenes y eso les hacía tomar conciencia de quienes eran, al tiempo que les hacían sentir orgullosos de su linaje y su procedencia.
La Familia presidencial siguió con su cometido pasando la responsabilidad de padres a hijos… aunque no todos sobrevivieron, y al cabo de un par de siglos, hubo que escoger una nueva “Familia” para reemplazar aquella cuyo linaje había finalizado.

Al cabo de unas cinco o seis generaciones, los terráneos ya aceptaban su condición de forma rutinaria. No habían conocido otra vida que la de la esclavitud. Pero había un factor que en el futuro iba a jugar en contra de sus captores: la población humana estaba creciendo, cada día eran más, y cada día estaban más involucrados en las funciones del planeta. Llegó un momento en que eran ya indispensables para que todo funcionara. De todas formas, tuvieron que pasar casi tres milenios, antes de que tuvieran acceso al aprendizaje de la tecnología Fijordana. Entonces, primero en grupos reducidos, y luego en grupos más numerosos, empezaron a asistir a cursos en los que se les enseñaba no tan sólo a hacer funcionar las avanzadas máquinas y ordenadores (y cuando digo ordenador, nada tiene que ver con los que usamos actualmente en La Tierra, sino con auténticas inteligencias artificiales, que aún así, necesitaban del mantenimiento humano)

Habían pasado miles de años, pero los terráneos seguían con su Familia Presidencial, y con sus reuniones nocturnas que se realizaban en cada poblado, para escuchar la historia de su pueblo pasada de boca a boca generación tras generación.
Todo se mantuvo en calma hasta que un día nació una niña, Edaria, que iba a ser determinante para el futuro de Fjigor. Con ella empezaría todo… el destino acababa de jugar sus cartas.






6 – EDARIA

Hay veces en que una sola persona puede determinar el destino de todo un pueblo, y hay veces en que esa persona resulta ser la que menos se espera que sea.

Edaria nació en Fjigor casi cuatro mil años después de que sus ancestros hubieran sido secuestrados, en el seno de una familia como tantas otras. Hija de esclavos residentes en una colonia al nordeste de Fjigor, bastante alejada de lo que se consideraba la capital o el centro neurálgico del planeta. Ya de muy pequeña, demostró un carácter fuerte, rebelde e indomable, y sus conciudadanos la consideraban, y así la denominaban cuando se referían a ella, una niña mala.
Su padre, un hombre sumiso y reservado, servía al gobernador de la colonia como mayordomo, y su madre se dedicaba a tareas pedagógicas con los niños de la colonia, enseñándoles a leer, escribir, y a cómo debían obedecer a sus amos (aunque filtraba entre sus enseñanzas, los orígenes de su pueblo). El destino que los Fjigordanos habían previsto para Edaria, era que fuera instruida para suceder a su madre llegado el momento, por lo que de muy pequeña, su progenitora ya empezó a traspasarle conocimientos, empezando por inculcarle sus orígenes. Tal vez fue eso lo que hizo que la niña no entendiera que, siendo quienes eran y viniendo de donde venían, tuvieran que vivir sometidos a aquellos desagradables secuestradores. Se podría decir que empezó a germinar en ella, una semilla de odio e insumisión que fue creciendo estación tras estación.
Antes de haber cumplido lo que para nosotros serían los diez años de edad, Edaria ya mostraba un total desprecio hacia aquella raza que su madre le había contado les habían separado violentamente de su mundo, y su actitud hacia ellos era siempre contestataria, cosa que a sus padres les costó varias amonestaciones. Tiraba piedras a los Fjordanos, saboteaba sus naves de desplazamiento, les gritaba insultos continuamente o les escupía… en fin, toda una serie de inconveniencias que, si eran mal vistas por los aborígenes del planeta, también lo eran para sus sumisos congéneres, que nada querían saber de problemas con la autoridad, y su temor a las represalias hacía que ellos mismos fueran los que a menudo tenían que llevar a la niña a rastras hasta sus padres para que la castigaran y les instaran a que le enseñaran el respeto y el miedo que debía tener a los habitantes de Fjigor.
Edaria no podía entender eso. ¿Cómo podían someterse de aquella manera? ¿Acaso no les quedaba orgullo? ¿Es que su pueblo se había resignado a ser un pueblo esclavo hasta el fin de los tiempos?
A pesar de todo, Edaria absorbía los conocimientos que su madre le traspasaba, pero no para los fines para los cuales estaba destinada.

Ya en la adolescencia, la que fuera una niña mala y contestona, empezó a saber contenerse, a guardar su rabia en su interior, y a empezar a ver una forma de canalizarla. Aprendía y aprendía. No tan sólo lo que le enseñaba su madre, sino también todo lo que podía averiguar sobre el trabajo de su padre, de cómo funcionaban los Fjordanos… y lo más importante: sus puntos flacos y su tecnología, que aprendió gracias a un vecino que trabajaba en los talleres de mecánica de naves, aparatos de mantenimiento en general…y armas.
La niña mala se transformó en una mujer callada, observadora y con un cuerpo fuerte que ejercitaba día a día. Su larga melena negra siempre suelta al viento, la hacía fácilmente reconocible, y su mirada penetrante imponía respeto a todo aquel que se dirigía a ella. “Edaria sólo traerá problemas, a esa chica habría que darle un buen escarmiento”. Decían de ella las gentes de su colonia.

Cuando llegó la hora en que tenía que suceder a su madre en sus tareas de maestra, Edaria desapareció. Se fue, muy decidida, una oscura noche sin decir nada a nadie, sólo con lo puesto y un poco de aquel alimento Fjigordano, el único que había conocido en toda su vida. No dejó ninguna nota a sus padres, simplemente, una mañana cuando estos se despertaron, ella ya no estaba.
La buscaron por todas partes, incluso los Fjigordanos emitieron una orden de búsqueda, ya que para ellos era un contratiempo tener que instruir a una nueva maestra que impartiera los conocimientos que ellos deseaban y ordenaban que se impertieran.
Pero Edaria parecía haberse desvanecido… aunque no tardarían en saber de ella, a pesar de que los Fjigordanos hubieran preferido que no hubiera vuelto a aparecer jamás…




7- LA TRAVESÍA DE EDARIA


Lo que se cuenta a continuación entra ya en el terreno de la leyenda. La imagen de una persona, cuando entra en la categoría de mito, puede ser magnificada, distorsionada y hasta exagerada, por eso, de lo que aquí está escrito, que cada uno saque sus propias conclusiones, ya que la figura de Edaria ha sido exaltada de tal forma, que casi podríamos llegar a creer que fue una diosa, y no lo era, ni mucho menos.

Hay quien dice que sobrevivió escondida, hurtando comida de las aldeas mientras sus habitantes dormían. Otros dicen que ella misma cazaba, con un arco que se construyó, a los pequeños y voraces “ixmos”, unos roedores desagradables a la vista, pero que su carne podía llegar a ser lo suficientemente nutritiva para servir de alimento.
Habladurías de la gente la situaban en un u otro lado, e incluso algunos aseguraban haber visto a esa mujer entre las sombras mientras hacía sus incursiones nocturnas.
Se compusieron canciones y se escribieron poemas acerca de “la mujer misteriosa”:

“De noche verás la sombra,
se escurre en silencio.
¿Sabes de quien te hablo?
Ella vendrá para mirarte a los ojos.
Entonces comprenderás
¿Recuerdas quien eres y de dónde vienes?

Sigue a la sombra,
Síguela en silencio
Podrás mirar con orgullo
a los ojos de los hombres

De noche espera a la sombra
Escúrrete con ella en silencio”


El caso es que de una forma u otra, Edaria llegó a reunir a un buen número de acólitos, seguidores fieles que la tomaron como líder espiritual y guerrera.
Tampoco nadie puede asegurar dónde se escondían ese grupo de gente, nadie les vio jamás hasta el día en que se dieron a conocer públicamente.

Otra leyenda dice que ellos mismos robaban tecnología y se construían las armas. En cambio, gran número de gente podría asegurar que asaltaban almacenes para proveerse de ellas.

Fjigor tenía una orografía repleta de grutas y cavernas que se extendían kilómetros y kilómetros bajo tierra, y se dice que era por esos pasadizos naturales por donde el grupo se movía, apareciendo aquí o allá como si surgieran de la nada.

El grupo que lideraba Edaria fue creciendo hasta volverse muy numeroso, y dice la leyenda, que empezaron a fraccionarse para repartirse por todas las aldeas del planeta y seguir reclutando adeptos, a la vez que arengaban a las masas para que fueran conscientes de su estado de esclavitud y de la posibilidad de rebelarse para llegar a ser libres algún día.

Cada una de esas fracciones, tenía un comandante o lider designado por Edaria, y, eso sí que se sabe con más o menos certeza, uno de ellos, Grael, era quien compartía los momentos más íntimos con la ya llamada “libertadora”.

Grael era un hombre fornido que admiraba a Edaria más que a nada ni a nadie, y era a todas luces su brazo derecho y su consorte.

Se dice que las familias regentes de cada aldea intentaron convencer a Edaria para que depusiera su actitud, temiendo sobre todo, las represalias de los Fjordanos. Pero ella no estaba dispuesta a ceder en nada, sabía que tenía un objetivo que cumplir, que estaba destinada a marcar un antes y un después, y nada ni nadie le haría cambiar de idea.

No es que los Fjordanos se la tomaran demasiado en serio. Para ellos era una pequeña molestia sin importancia, una anomalía que entraba dentro de sus parámetros de normalidad. Nunca supusieron que representara peligro alguno, se creían demasiado poderosos como para que un asunto tan nimio pudiera importunarles o crearles ningún problema… ese fue su error, un gravísimo error.




8 - EDARIA LA LIBERTADORA


Tal vez fue la desidia, o el menosprecio, el caso es que los Fjordanos no empezaron a tomarse en serio a Edaria hasta que fue demasiado tarde. De aldea en aldea la llama de la rebelión iba prendiendo, el hastío hizo mella en los esclavos, y a una orden dada en el momento preciso, la maquinaria que hacía funcionar el planeta, se detuvo y Fjigor se paralizó.
Se dieron cuenta entonces del poder que sus esclavos habían ido tomando año tras año y de lo dependientes que eran de ellos.

Según se cuenta, se acordó un parlamento para negociar, en la cima de la montaña Gnaar. Edaria y un séquito de seguidores entre los que se encontraba Grael, se encontraron con los máximos mandatarios de Fjigor.
Poco se sabe de lo que hablaron o del tiempo que duró, pero sí se cuenta que al terminar, Edaria alzó los brazos y gritó a la muchedumbre que rodeaba la cima: ¡Somos libres! Y fue respondida con un griterío estruendoso de alegría desatada.

Se compusieron canciones, se escribieron poemas, se esculpieron efigies… y Edaria pasó a la eternidad.

Se dice que los padres de Edaria fueron a su encuentro y se arrodillaron ante ella llorando, comprendiendo que ellos, de alguna manera, eran los artífices de todo lo sucedido. Siempre habían sabido que su hija era especial, pero no hasta tal punto.

A partir de aquel momento, los descendientes de los que habían sido habitantes de Eerum, pudieron gozar de los mismos derechos que los Fjordanos. Ya no habría esclavos, sino trabajadores tratados con consideración.

Los fjordanos, conscientes de la importancia que aquellos humanos tenían en el desarrollo de la vida cotidiana del planeta, tuvieron que mejorar las condiciones de vida en que estos vivían. Se les permitió desarrollar su cultura – hasta ahora subversiva y clandestina – conservar sus costumbres y construir mejores viviendas y espacios para su ocio, escuelas… y lo que era más importante: se les dejó participar en el conocimiento y desarrollo de la tecnología fjordana, cosa que en el futuro iba a ser determinante.

Edaria tuvo cuatro hijos con Grael, dos niños y dos niñas, y todos ellos se convirtieron en la nueva familia regente.

Grael falleció, viejo y rodeado de sus seres queridos, y fue llorado por todos sus congéneres. Edaria le siguió poco después, y nunca se habían visto unos funerales más multitudinarios ni tanta tristeza desde el día en que sus antepasados habían sido secuestrados en Eerum.

Pero la dinastía continuó durante siglos y siglos, manteniendo el estatus conseguido por su libertadora y afianzando su propia identidad como pueblo libre…

Pero todo iba a cambiar el día en que el Sol que les alumbraba sufrió un colapso. Una gran llamarada que alarmó a todo Fjigor, pudo contemplarse desde la superficie del planeta. Durante unos días la temperatura se volvió tan calurosa que asfixiaba, pero empezó a remitir poco a poco, aunque el Sol empezó lentamente a cambiar de color e intensificar su rojez… era evidente que agonizaba.




9 - EL SOL SE MUERE

Fueron incontables las reuniones de científicos Fjordanos que se produjeron para intentar encontrar una solución a la agonía de su Sol. Mandaron naves no tripuladas, lo más cerca posible, para realizar estudios minuciosos acerca del estado del astro. Se barajaron cientos de hipótesis y se discutieron otras tantas posibles soluciones. Pero al final, la conclusión era siempre la misma: No serviría para nada.

Los Fjordanos tenían su propia filosofía de la vida, y ésta contemplaba que si el Sol moría y con él su fuente de vida, ellos debían sucumbir junto con su estrella; consideraban que ese era el destino que el universo les había adjudicado, por lo que, a partir del momento en que tuvieron la certeza de que a su Sol no le quedaban muchos siglos de vida, se prepararon para vivir su final como especie en el universo.

De otra manera lo veían los que habían sido sus antiguos esclavos terráqueos. Ellos no querían aceptar tal destino, teniendo además, las herramientas necesarias para poder eludirlo regresando a su planeta de origen.

Una comisión de “Libres” (que así es como se les denominaba desde el cese de la esclavitud) encabezada por la familia regente, hizo saber a los líderes Fjordanos su intención de abandonar el planeta moribundo. Sorprendentemente y contra todo pronóstico, la petición fue aceptada. Los Fjordanos no veían el por qué, siendo los “Libres” de otro mundo, tenían estos que sufrir su mismo final. Así que los “Libres” empezaron los preparativos para regresar a La Tierra.

Se confeccionaron listas con un censo de todos los “Libres” para saber con exactitud cuanto espacio, y por lo tanto cuantas naves, serían necesarias para el masivo traslado. El resultado arrojó cifras de más de dos millones de personas. Entonces surgió otro dilema: ¿sería aceptado tal volumen de población en La Tierra? ¿dónde se establecerían? ¿seguiría existiendo su antigua ciudad o el emplazamiento en que se encontraba? ¿cuánto habían evolucionado sus congéneres en aquellos milenios? Habían pasado casi 10.000 años desde su secuestro, y seguramente no encontrarían las cosas igual que cuando se marcharon. Todas esas preguntas sólo podían ser respondidas de una manera: había que mandar una expedición a La Tierra.

Cuatro fueron los escogidos para realizar el largo viaje, dos hombres y dos mujeres. La nave en que tendrían que hacerlo sería pequeña para no llamar demasiado la atención, ya que una de las premisas de la exploración, era pasar desapercibidos del todo. La intención era que durante un año recorrieran el planeta estudiando con el máximo detalle posible el estado de La Tierra y sus habitantes.

La nave partió una noche con los mejores deseos de sus congéneres. El primer paso para abandonar Fjigor estaba dado.

Próximo capítulo: Los exploradores